ME LLEVO EL AMOR QUE DI Y EL AMOR QUE ME DIO LA GENTE

Al mes de la partida del fraile agustino recoleto Noé Servin Franco, a una nueva misión, recordamos su testimonio y sus palabras sobre lo vivido y aprendido en la Diócesis de Holguín  

BANES, Cuba.- Ha pasado ya un mes desde que el fraile agustino recoleto Noé Servín Franco dejó Banes para incorporarse a una nueva misión en Pauini, un municipio brasileño del interior del estado de Amazonas, en el norte del país, pero su recuerdo perdura en la comunidad en la que ha servido durante seis años. Antes de marchar el fraile mexicano conversó con Holguín Católico sobre sus años des misión en Cuba. No queremos que sus palabras queden archivadas sin más y ahora ven la luz.

Antes de partir dijo que se llevaba mucho aprendizaje y mucha sensibilidad para valorar y “ser consciente de lo mucho que tenemos y a veces no lo valoramos suficiente”. No olvidará a “la gente. El amor, la solidaridad entre todos,  es algo que no deben perder”.  Subraya que “importa ser solidarios y apoyarse como hermanos de una nación que ha sufrido tanto”. 

Con el primer grupo de agustinos recoletos, en Antilla

Él fue parte de la primera comunidad de agustinos recoletos en la diócesis. Eran cuatro frailes que, a la semana de su llegada, fueron recibidos el 24 de febrero de 2018  para atender las comunidades de Banes, Antilla, Báguanos y Tacajó.

 Ahora, al marchar, piensa en los nuevos misioneros que lleguen a Cuba. Les diría : que vengan con una mente y un corazón abierto, sabiendo que no podemos vivir aquí en Cuba como si viviésemos afuera”.

Delante de la imagen de la Virgen de la Caridad en la Parroquia de Banes

Y para ello, aconseja como necesario “ volver  a empezar, borrar el ‘chip’ y volver a vivir experiencias diferentes, que por serlo no se  deben desechar. No podemos traer nuestros lugares de origen y querer vivir como vivíamos. Hay que venir con un corazón abierto por amor  y con una mente abierta para aceptar las realidades que son a veces algo chocantes”.

Durante casi seis años en Cuba, cree haber aportado lo que se propuso el grupo al llegar: “ Quisimos acompañar a la gente, a veces no se puede hacer mucho más”.

Se trata, dice, de vivir lo que la gente vive, hacer la cola, relacionarse.

Delante del templo de Banes

Para él, la presencia como misionero es ya una misión. “Es  estar con la gente  y vivir como el cubano con esa fe que incluso nos va contagiando, sencilla pero muy autentica”

Reconoce que para él han sido años de crecimiento personal.

“Venia con una ida de la misión,  y llegar a Cuba y enfrentarse a la realidad ya es un crecimiento que cuesta al principio. Poco a poco nos vamos dando cuenta  de que tenemos que cambiar ciertas nociones, ideas pre-concebidas que traemos de la realidad, quizás pensando que tienen que ser como nosotros. Y aquí uno aprende que tiene que cambiar y tiene que crecer”.

Comparte que “aquí he aprendido de nuestros hermanos que pasan muchas necesidades y eso me ha ayudado a crecer en sensibilidad como ser humano y como cristiano”.

Aprendiendo a comprar en la calle

Cuando piensa en la Iglesia en Cuba la imagina como “una pequeña planta que ha sido arrasada por las circunstancias, como por un fenómeno metereológico y ha quedado maltrecha, pero poco a poco se va recuperando y eso hace mas fuerte a la planta”.

En el caso de Cuba, señala “aunque es una Iglesia que tiende a replegarse con mucha facilidad,  también ese replegarse, no es que desaparezca la fe, sino que hace que su fe vaya fortaleciéndose. Se replega y vuelve a salir de manera tímida pero con fuerza. Es algo que hay que admirar”, dice.

Las comuniades que atienden los agustinos

Ahora él se marcha y siente que debe vivir su proceso de duelo. Recuerda que cuando mandó su carta ofreciéndose como voluntario para Cuba, “sentía que Dios me llamaba a vivir en  esta tierra y amarla y amar a los cubanos”.

Ahora se marcha “con el corazón un poco desencajado y un poco  adolorido”. Las despedidas son difíciles, dice. ”Pero me daría vergüenza irme de otra manera, porque si no sintiera ese dolor interior por dejar Cuba sentiría que no he hecho aquello por lo que vine  que es a amar esta tierra”

Por ello, dice “si me duele el corazón al dejar esta tierra es porque en estos seis años he aprendido a querer a la gente y he aprendido a dejarme querer, y eso es muy importante,  que el misionero sea capaz de dejarse querer independiente del carácter que uno tiene. El amor de la gente, es lo que me llevo”.

Y aclara que “no me llevo más que lo que di. Me entregué a la misión, di amor  y eso que yo entregué a esta tierra es lo que me llevo: el amor que di y también en el amor que me  dio la gente”.  (Araceli Cantero)

HOLGUÍN CATÓLICO