
Homenaje al arzobispo misionero en el 170 aniversario de su llegada a Cuba
SANTIAGO DE CUBA.- Al cumplirse 170 años de la llegada de San Antonio María Claret a Cuba, en 1852, como arzobispo de toda la zona oriental de la Isla, la Catedral Basílica de la Asunción de la Diócesis Primada se llenó de católicos que rindieron homenaje a la figura de este incansable misionero nacido en 1807 en Cataluña, España.
Durante una Eucaristía presidida por el arzobispo de Santiago de Cuba, Mons. Dionisio García Ibañez, Claret fue recordado como hombre de fe y de voluntad recia, hombre de gran espiritualidad y de devoción a la Virgen, abierto a la voluntad de Dios desde niño y comprometido desde entonces a amar a Dios y salva almas.
Junto al Arzobispo concelebraron el arzobispo de Camagüey, Mons Wilfredo Pino Estevez, Mons. Emilio Aranguren Echeverría, Presidente de la Conferencia de Obispos de Cuba y obispo de Holguín, Mons. Alvaro Beyra Luarca, obispo de Bayamo Manzanillo y Mons. Marcos Pirán, obispo auxiliar de Holguín.

Durante la homilía, el sacerdote diocesano Camilo de la Paz Salmón Beatón dio gracias a Dios “porque la epidemia del Covid 19 no ha apagado la fe en el pueblo”.
Reconoció que en Cuba se han vivido tiempos duros y, aludiendo al mes en que se celebra el Día del Amor y de la Amistad, agradeció la vida de su madre que superó la prueba del Covid y “el haber encontrado, en estos tiempos duros, personas que nos han ayudado”.

Unas 500 personas llenaban la Catedral y el sacerdote historiador les invitó a entrar en una composición de lugar sobre el Evangelio proclamado en el que Jesús devuelve la vista a un ciego, tomándole de la mano y sacándole de la multitud, para realizar el milagro de su sanación, de manera gradual, hasta poder ver con claridad, mostrando así que la espiritualidad es un proceso.
“Este es el milagro que pedimos a Jesús para vivir la claridad que implica la luz de la fe” dijo el joven sacerdote.
Al ciego, le llevaron a Jesús los amigos, aclaró. “Los santos son los amigos de Dios en el cielo y amigos de los hombres en la tierra”, subrayó.

El predicador tomó a Claret como amigo y fue esbozando algunas convicciones del arzobispo misionero: confianza en María Santísima, reconocimiento de la presencia real de Jesús en el Sacramento de la Eucaristía, convicción de que el Papa es el vicario de Cristo en la tierra, habilidad para limar las situaciones grotescas. Sobre los sacerdotes afirmaba que deben ser hombres pobres y entregados, con una misión sin fronteras, que no se meten en política y que su único partido es el cielo y su único jefe es Jesucristo.
Para la ciudad de Santiago la llegada de Claret, dijo el sacerdote, fue significativa ya que era entonces una ciudad desatendida y sin presencia episcopal. A su llegada, el prelado expresó ante la imagen de la Virgen que Ella sería la ‘prelada’.

Recordó las visitas pastorales del arzobispo Claret a las parroquias, su diálogo con las autoridades, sus cartas pastorales dedicadas a la Virgen. Habló de su reforma de clero y calificó su episcopado de ‘glorioso’ ofreciendo anécdotas concretos de su actuación en Camagüey, en Bayamo, en Baracoa y en Holguín en donde, el 1 de febrero de 1856 sufrió un fallido atentado contra su vida, por un hombre que se acercó como a besarle el anillo pero con una navaja de afeitar que le rajó la cara, desde la frente a la oreja y le hirió el brazo derecho.
“Claret es el amigo que nos conduce, que nos ayuda a ver bien el tiempo presente y le pedimos que sea nuestro amigo”, indicó el sacerdote. A este santo le fue pidiendo, “salir de nuestro egoísmo, confiar en Dios como personas y como pueblo, vivir la caridad cristiana haciendo el bien y diciendo la verdad”.

El sacerdote expresó su preocupación por tantas personas que han perdido el rumbo y por vincular a los jóvenes y ser palabra de esperanza.
Pidió también por el mundo: “No se puede vivir en la desesperanza, la frustración y el miedo que no permite caminar hacia la luz. Y oró “por nuestra Iglesia cubana, ¡que sí camina!”, implorando para todos los presentes y para si mismo “que hoy tengamos un contacto con Jesús y Él nos diga lo que Él quiere de mí y de su pueblo”.
Al finalizar la Eucaristía el arzobispo Dionisio García Ibañez dio las gracias por todo lo que San Antonio María Claret sembró. Señaló que este santo no es solo de la Arquidiócesis de Santiago sino un gran ejemplo para los Obispos cubanos.

Recordó agradecido la presencia en la Arquidiócesis de las Religiosas de María Inmaculada (Claretianas), fundadas por Claret y de los Padres Claretianos.
Como se había mencionado al inicio de la celebración recordó que además de los 170 años de la llegada de Claret a Cuba, se celebraban los 300 años del Seminario de San Basilio Magno y los 500 años del traslado de la sede de Baracoa a Santiago, en 1521, Diócesis que entonces abarcaba los territorios de Jamaica, el Sur de Estados Unidos y toda la Isla de Cuba.
El arzobispo presentó la reliquia del santo Claret que había sido colocada a los pies de su imagen para veneración de los obispos, los sacerdotes y de todo el pueblo congregado. ( A. Cantero)
HOLGUÍN CATÓLICO