Fundadas en 1878 años hablan sobre sus 15 años en la Diócesis
HOLGUÍN, Cuba.-Son sencillas, cercanas al pueblo y comparten la vida de la gente. Son misioneras que han cumplido 15 años acompañando a los cubanos en la Diócesis de Holguín, el territorio nor-oriental de la isla por cuya zona costera entró el Almirante Colón y en cuyas aguas fue hallada la imagen de la Virgen de la Caridad, Patrona de Cuba.
Son las religiosas Carmelitas Teresas de San José, cuyo nombre se explica por su vinculación al Carmelo Teresiano y por vivir la espiritualidad de Santa Teresa de Jesús que era gran devota de San José.

Fundadas en 1878 en Barcelona, España, por las venerables Madres Teresa Toda y su hija Teresa Guasch están cumpliendo 146 años de misión en 10 países, entre ellos Cuba.
Mostrar la Misericordia de Dios es el alma de su misión y quienes las conocen no dudan en afirmar que “que se han encarnado en la realidad cubana y están muy atentas a lo que es el sufrimiento del pueblo”. Lo dice su actual párroco en Vista Alegre, el P. Emilio Fernández Pintado quien agradece su labor, “cercanas a la niñez, llevando muy bien la catequesis, la formación de adultos y el trabajo con los ministros de la Eucaristía y con las casas de oración”.

Él reconoce que cuando visita las casas “la gente pregunta por las hermanas porque son las que conviven. Hay una cierta familiaridad con ellas por encontrarles haciendo la cola en la bodega o montándose en los camiones para ir a misionar. Dan un testimonio de vida muy sencilla”.
El obispo fundador de la Diócesis, Mons. Héctor Luis Peña Gómez, hoy obispo emérito, fue quien las invitó a misionar en Cuba y en septiembre de 1992 el Padre Francisco Expósito, de camino a Roma para un curso de estudios, se encontró en Madrid con la Hna. Cecilia del Consejo General y le entregó las cartas de invitación. Los permisos del gobierno para entrar en Cuba se demoraron, hasta que oficialmente llegaron a la Diócesis el 15 de noviembre de 2008. Pero ya desde 2005 venían como misioneras en los tiempos fuertes de Adviento y Cuaresma y se hospedaban en casa de una señora.

El laico Alberto Ricardo Ochoa las conoce desde entonces cuando hacían misión en la comunidad de San Francisco de Asís en el Cruce de Maceo. “Eran como un rayo de luz”, recuerda. Desde 2016 colabora con ellas en un grupo de Desarrollo Humano (GDH) y dice que valora la forma en que manifiestan el amor de Dios “de manera concreta y en directo. Al enfermo hay que tocarle, abrazarle y preguntarle ¿cómo estás”?
A la comunidad le aportan “espiritualidad y motivación”, dice. “Porque hay mucha gente que no tiene motivación, renuncia a su proyecto y se queda sentadito sin nada que hacer, como un vegetal. Pero con ellas no, porque dan ánimo renuevan la esperanza y las ganas de seguir avanzando”.

Flor Hechavarría pertenece a la Fraternidad que han creado las hermanas y dice que son “buenas, cariñosas, nos acompañan y nos ayudan”. Lleva más de 50 años en la parroquia de Vista Alegre y ha conocido a todas las hermanas desde el comienzo. Ahora dirige el Rosario y el Novenario de difuntos en las casas.
A su llegada, en 2008, las hermanas se instalaron, primero en la casa parroquial y después se trasladaron a la Quinta de Vista Alegre. Y desde entonces han trabajado con tres párrocos: el padre Expósito, el P. Hector Larrúa SVD y el padre Emilio Fernández Pintado.
Ahora son cuatro hermanas. Dos dominicanas, una colombiana y una mexicana y se ocupan también de animar y acompañar la comunidad católica en la zona de Pedro Pérez Díaz Coello de Holguín, en donde viven y acompañan a la comunidad que allí se ha ido creando.

La hermana Marta Andujar Lemonier lleva seis años en Holguín y recuerda que “la realidad de Cuba me impactó mucho”. Reconoce que no es lo que le habían contado y llegar fue para ella “un tocar tierra¨. Dice que “el contacto con este pueblo le ha hecho tomar conciencia de la necesidad de acompañarle”, porque ve un pueblo “trabajador, noble, altamente creativo para resolver sus necesidades”. Ella es dominicana y ha constatado que hay gran cantidad de gente bien preparada y con necesidad y búsqueda de Dios.
Está convencida de que “todo ser humano tiene dentro la impronta de Dios y está buscándole y que hace falta que alguien prenda la llama, le diga algo…Y después esa persona va a crecer en la fe y se va a incorporar”. En su trabajo pastoral se encuentra muchos mayores que se acercan y preguntan ¿qué es ese cuartico donde se arrodillan”, refiriéndose a la capilla del sagrario. Ella ha podido preparar a profesores que no podían acercase a practicar su fe, por no perder su trabajo y hoy se acercan, piden el bautismo y quieren casarse por la Iglesia. “ Ahora estas mismas personas se han formado y colaboran en la catequesis”.

Se asombra “de la solidaridad de las personas que dan de lo que no tienen, comparten, se sacrifican y se lo quitan de la boca”.
Las hermanas salen a los campos en zonas vecinas, a veces con el sacerdote que las atiende, a veces subiéndose a camiones “porque si no te montas en lo que aparece, no llegas”, dice.

La Hna. Fabia Peña, también dominicana, ya había visitado Holguín como misionera cuatro veces desde 2005 para la Cuaresma y el Adviento. Dice que en aquellos años la Iglesia lo tenía más difícil, poca gente iba a la Iglesia pero había más comida y las cosas eran más baratas. Ahora lleva ya dos años seguidos en Holguín y dice que hay más apertura, la gente habla mucho pero hay menos que comer. “Es un gran reto no encontrar lo que uno necesita”.
La Hna. Dioselina Tabares Suaza es colombiana y ha vivido en Madrid, España y en México. Cuando le ofrecieron venir a Cuba la gente le decía que era una misión bonita pero muy exigente. Como administradora del grupo le ha tocado aprender a manejarse con tres monedas. Dice que tuvo un impacto grande por la acogida de la Iglesia y del obispo Mons. Emilio Aranguren Echeverría. “Es una Iglesia fraterna y acogedora que abraza. Me sentí arropada”. Y lo necesitó, porque se enfermó con una bronconeumonía, tuvo que ser ingresada en el hospital y recibir cuidados intensivos y pensaba “en lo que sería morir en un país que no es el de uno”. Recuerda esos días como un gran reto que tuvo que superar, “al vivir la experiencia misma de los cubanos, con excelente atención de los médicos y pocos recursos”.
La Hna. Marta recuerda que entonces la gente les ayudaba, ”nos traían un muslito de pollo, para la hermana o una sopita” y el panadero le regaló el pan para que se lo llevase. También le buscaban las medicinas.

Hace un año llegó la Hna. María Guadalupe Casas Ramos, mexicana y para ella lo más bonito de su misión son “las visitas pastorales a los campos, la cercanía de la gente y el apoyo incondicional que hay”. Le gusta ser “mediación de Dios en la escucha y caminar a su lado compartiendo su dolor y sus necesidades y colocando todo en manos de Dios”. Ella encuentra que hay una fe grande en los hermanos. Pero reconoce que es un reto “permanecer con entusiasmo misionero buscando nuevas formas de evangelización, a pesar de la realidad de inseguridad social y de emigración”.

Le gustaría dejar un legado de haber formado personas que se comprometan a transformar la sociedad desde los valores del Evangelio y la centralidad de Jesús”
Las tres coinciden en que lo esencial es dar vida, desde el camino que hicieron las 17 hermanas anteriores que han misionado en la Diócesis dando apoyo a un pueblo que necesita esa colaboración. Como lo resume la Hna. Marta, “una se siente satisfecha de haber sido instrumento de la congregación para este servicio, a pesar de los pesares”. ( A. Cantero)
HOLGUÍN CATÓLICO
