
Exequias del sacerdote holguinero que sirvió 47 años en diversas parroquias
HOLGUÍN, Cuba.- En el mismo templo de San Isidoro en Holguín en donde el P. José Rafael Álvarez Batista (para todos P. Pepín) fue ordenado sacerdote en 1975, sus restos recibieron el último adiós de sacerdotes, fieles y tres obispos, el Domingo 27 de febrero, horas después de fallecer en la noche del día 26, a consecuencia de las secuelas del Covid19 que le visitó el pasado mes de septiembre.
Con voz entrecortada por la emoción, Mons. Emilio Aranguren Echeverría le recordó como Sacerdote de Jesucristo, marcado por la enfermedad en sus últimos meses, “semilla que cae en tierra y marca la historia de La Diócesis de Holguín”.
Junto al Obispo de la Diócesis presidieron la Eucaristía de Exequias el obispo emérito Mons. Héctor Luis Peña Gómez y Mons. Marcos Pirán, obispo auxiliar.
Desde los primeros bancos participaron en la Misa los familiares del sacerdote, acompañados por numerosos fieles que también hicieron el recorrido a pie hasta el cercano cementerio de la ciudad, en donde se depositó la urna con sus cenizas, en el panteón familiar.

Temprano en la mañana la misma urna permaneció delante de la imagen de la Virgen de la Caridad en su capilla de la catedral. Fueron muchos holguineros los que se acercaron a orar ante los restos del sacerdote fallecido a los 77 años de edad.
El P. Pepín nació el 26 de septiembre de 1944 en San Andrés, hijo de Ceferino Álvarez Gutiérrez y de Ma. del Carmen Batista Velásquez y hermano de Ceferino y Joaquín .
Recibió el diaconado el 8 de diciembre de 1975 en la parroquia San Fulgencio de Gibara de manos de Mons. Peña . Le ordenó sacerdote Mons. Pedro Meurice Estiú el 27 de diciembre de 1975 en la parroquia San Isidoro de Holguín y desde entonces ejerció su ministerio en distintas zonas , primero en la Arquidiócesis de Santiago de Cuba que abarcaba todo el Oriente cubano y, al crearse la Diócesis de Holguín, en 1979, en la Parroquia de San José y sus comunidades, en las parroquias de Banes, Cueto, Antilla, San German, Vista Alegre y últimamente en la comunidad de la Salida de San Andrés. También en Guantánamo junto al Obispo Carlos Baladrón

Mons. Aranguren recordó sus años de seminarista con el P. Pepín y después, al ser nombrado obispo de la Diócesis de Holguín, cuando le pidió al sacerdote asumir el ministerio en San Jerónimo de Las Tunas, su respuesta: “Somos compañeros, paro ahora tu eres mi obispo. Me cuesta pero aquí estoy”.
Una afirmación que comentó el obispo: “Fuimos compañeros, somos compañeros. Una respuesta que encierra 50 años de haber caminado juntos”. Un caminar lleno de memorias de amistad, de hermandad y de compañerismo, que fue recordando Mons. Aranguren.
Ese mismo día, en la tarde, quienes le conocieron en Cueto no dejaban de recordarle.

“El era muy celoso de la liturgia y de los cantos”, dijo María del Carmen Quintana López que le recordaba trasladándose a San German en el tren de pasaje.
“En cuanto a las fiestas patronales no recuerdo unas mejores pues invitaba a otras comunidades con sus sacerdotes y se organizaban representaciones con adolescentes y niños y jóvenes”. La parroquia atendía Barajagua, Marcané y Alto Cedro.
Mirta Velázquez dijo que el P. Pepín le había bautizado un Sábado de Gloria. “También me casó. Él era muy querido, hombre de personalidad fuerte, pero había que conocerle”.
Cuando Elsa Lidia Ferrer Banderas llegó a la parroquia en 1994 el P. Pepín era el párroco. Le bautizo a ella, y a sus dos hijos.
“Tenía muy buen corazón y le gustaba que las cosas se hicieran bien. No le gustaban las cosas sin amor y trataba que en la comunidad siempre hubiera ambiente agradable. Fue mi consejero, lo quisimos y tenemos un recuerdo muy bonito de él”.
Olga Reyes se emocionó al hablar del sacerdote. “Nos acompaño en el tiempo difícil de los años 90,”comentá.” Nos ayudaba con medicinas que hasta encargaba a España”, dice y cuando su esposo Lilo Lissabet tuvo problemas de corazón, le consiguió el marcapasos. Él recuerda que estuvo muy mal en el hospital y después de que el P. Pepín le diera el sacramento de la Unción de los enfermos, las fiebres le dejaron.
Su hija Ibelice dirige el Coro y agradece las canciones que el P. Pepín conseguía para que el coro las aprendiera. Pero además no olvida que él bautizó a su primer bebé.

Aida Lueso Sierra considera una gran suerte haberlo conocido en dos periodos. Le recuerda como persona humilde, callada, muy organizada. “Le llegamos a querer y transmitía paz”.
Por la mañana, durante la Misa de exequias Mons. Aranguren se refirió a cuatro signos presentes en la celebración : el cirio pascual: triunfo de la vida sobre la muerte. La estola que rodeaba la urna con sus cenizas: su sacerdocio. La imagen de la Virgen y junto a Ella la Bandera de Cuba: símbolo de su incardinación en los diferentes servicios realizados en tierra cubana.
Dio las gracias a quienes le han cuidado: en el hospital, como enfermo necesitado y en la Casa Sacerdotal atendido por las Hermanas de Marta y María, “como sacerdote de Jesucristo marcado por la enfermedad”.

“Padre Pepín descansa en paz por toda una eternidad y desde junto a Dios, ayúdanos”, fue orando Mons. Aranguren. “Para que nuestro trabajo se fundamente en que lo hacemos por el Señor y su Reino; para poner en práctica el hacer el bien sin mirar a quien. ”Recordó algunos de sus gestos y las acciones sacerdotales que “ahora colocamos en la patena”. (A.Cantero).
HOLGUÍN CATÓLICO