Para el Arzobispo de La Habana, Mons. Juan de la Caridad García Rodríguez, la fe es una semilla que siempre da fruto
LA HABANA, Cuba.- En monseñor Juan de la Caridad García Rodríguez, Arzobispo de La Habana, aún queda algo de ese adolescente de 13 años que entró al Seminario con deseos de jugar béisbol.
Su alma —como su apariencia— es sencilla, un rasgo que deja ver la lucidez con que ha enfrentado su servicio, la coherencia con que ha vivido estos años como sacerdote de Jesús.
De su Camagüey natal lleva consigo muchas enseñanzas y también la cruz de madera que utiliza siempre, un poco rústica, pero hermosa. El símbolo que recuesta en su pecho lo hicieron en Palma City y Lombillo, dos pueblos norteños de esa diócesis.
Según relata, se lo regaló una monja cuyo testimonio y pasión por el Evangelio le inspiraron: “Ella me dijo: «No se la quite» y he sido obediente”, bromea.
Hace unas semanas, el Papa Francisco dio la noticia de que crearía Cardenal a este hombre humilde, junto a otros 12 prelados. De ellos, el Santo Padre resaltó su proveniencia, la que “expresa la vocación misionera de la Iglesia, que continúa a anunciar el amor misericordioso de Dios a todos los hombres de la tierra”.
Tal ha sido la esencia que ha definido el ministerio de Mons. García Rodríguez, quien escogió como lema episcopal “Ve y anuncia el Evangelio”. Pero ese deseo le nació desde mucho antes de ser ordenado; lo descubrió en una loma de Santiago de Cuba, en una zona donde había pocos niños. “Allí me di cuenta de la necesidad de catequizar, de instruir en la fe. Desde entonces, esa inquietud se quedó dentro de mí”, confiesa. (Amalia Ramos Ivisate)
Más de esta entrevista en el Sitio Web de la Conferencia de Obispos Católicos.